miércoles, 1 de julio de 2009

BUSCANDO UNA MASCOTA...











Hoy dia mientras caminaba por la casa buscando unos juguetes para Rafaelito, mi bebé, me quedé perpleja mirando cómo a través de la ventana el pollo de los niños, bautizado hace poco tiempo con el nombre de "Pepe" se acercaba sigilosamente a la ventana del dormitorio de ellos con un cierto aire de complicidad, intentando encontrar a sus protectores amigos.































Me dió mucha risa, porque apenas vio que yo estaba cerca, él se hizo el disimulado, mirando para otro lado como para "despistar". Y en cuanto desaparecí del lugar, nuevamente él se acercó y comenzó a picotear el vidrio de la ventana. Picoteaba y piaba bastante fuerte como para que ellos escuchen su voz de auxilio.











Cuando lo trajeron era muy pequeñito, casi casi recién nacido, o recién salido del huevo se podría decir para este bebé pollo. Su llegada a esta casa fue muy peculiar, porque durante mucho tiempo los niños le insistían a su papá que querían tener una mascota.


- Porfis papá, queremos un peeeeerro - no, un perro no, porque tienen pulgas... - ahhh entonces...- Porfis papá, queremos un gaaato - nooo, un gato no, porque tienen mal olor...


¡Nunca se dieron por vencidos...! Asi son los niños!



- Porfis papá, queremos una mascota - mmm bueno, ya veremos - les decía...


Y en una oportunidad se acercaron mientras él leía el diario muy concentrado. -Papá!, ¿podemos tener un pollo?- si, claro mhijo, bueno!!


Al otro día llegaron del colegio con un pollo.

- Un pollo!! - y ahora qué piensan hacer con este pollo niños?
- ¿podemos dormir con él papá? jajja

El pollo le trajo muchos recuerdos. Sobretodo de su niñez, de su infancia, cuando en una oportunidad quiso tener una mascota y no pudo por muchas razones que su madre le hizo entender. Asi fue que un día llegó del colegio con un pollo... increible, pero se repite la historia.
Cada día llegaba del colegio a ver su pollo, le daba su comida y en las tardes lo acostaba en una cajita. Asi pasó el tiempo y el pollo creció para convertirse en un gallardo, valiente y cantarín gallo. Cada mañana muy temprano al amanecer el ave se levantaba y cantaba muy cerca de la ventana del niño.
Un día, recuerda mi marido, cuando llegó del colegio como todos los días, su mascota no estaba por ninguna parte. Pero la preocupación no duró mucho tiempo, porque en la tarde llegaría su tía, hermana de su padre de un largo viaje de la costa del país, provincia del Guayas.
Todo fue felicidad, alegría y alboroto, aunque la felicidad no duró mucho tiempo. El almuerzo estaba servido en la mesa. La sorpresa del niño fue gigante al darse cuenta de que en la mesa estaba preparado un pollo al horno muy dorado, perfumado y acompañado de muchas especias...